Microgestión

La microgestión empresarial es un estilo de gestión donde se ejerce, por parte de la alta dirección y los mandos intermedios, un control excesivo y detallado sobre las actividades de sus empleados y empleadas.

Este enfoque incluye la supervisión continua de tareas menores e incluso la intromisión en decisiones rutinarias de los empleados o empleadas.

Como consecuencia, este estilo de gestión empresarial y de liderazgo acaba por asfixiar a los y las profesionales, quienes se sienten cautivos de un férreo control que no deja lugar ni margen de maniobra a la autonomía en la toma de decisiones, a la innovación o la creatividad, mucho menos al pensamiento crítico o a la consideración de beneficios como la flexibilidad laboral o el teletrabajo.

Hoy en día, la microgestión tiene connotaciones muy negativas e incluso de tintes autoritarios. De hecho, hace un flaco favor a la reputación de la empresa y a su marca como empleadora, también a cualquier esfuerzo por parte del departamento de RRHH de elevar la moral, implicación o productividad de la plantilla.

Claves de la microgestión

La microgestión crea lugares de trabajo poco amables, donde son frecuentes las siguientes características:

Control excesivo.
Falta de delegación por falta de confianza.
Toma de decisiones totalmente centralizada.
Excesiva burocracia para atestiguar el progreso de las tareas.

Una de las grandes consecuencias de la microgestión es que los empleados y empleadas pueden sentirse desmotivados y frustrados por la falta de autonomía y confianza, lo que afecta negativamente su moral y compromiso.

Además, la falta de libertad para tomar decisiones puede inhibir la creatividad y la innovación, ya que los empleados no se sienten empoderados para proponer nuevas ideas e incluso temen las represalias de cualquier acción al margen de las acostumbradas.

Son frecuentes, en estos modelos, una mayor rotación de empleados y empleadas, con el consiguiente incremento de los costos de contratación y formación.