Responsabilidad social corporativa
La Responsabilidad Social Corporativa (RSC) es el compromiso que adquieren las empresas con su entorno. Es decir, aquel que arranca del seno de la organización su predisposición a operar con responsabilidad, de manera ética y contribuyendo al desarrollo económico, a la justicia social y a la preservación medioambiental a través de una práctica sostenible.
La RSC incluye la disposición de la empresa a mejorar la calidad de vida de sus empleados y empleadas, de sus familiares, de la comunidad en la que se asienta y de la sociedad en general.
Se basa así en la idea de que las empresas pueden ser agentes de cambio, que no solo deben focalizar sus esfuerzos en generar beneficios económicos, sino también en tener un impacto positivo sobre la sociedad y el medio ambiente.
Claves de la RSC
La Responsabilidad Social Corporativa (RSC) toma como partida, en muchos casos, los principios morales, éticos y de transparencia que demanda la sociedad a cualquier organización.
De hecho, sus políticas de sostenibilidad y bienestar social están a menudo alineadas con compromisos globales, como son los Derechos Humanos o los ODS de Naciones Unidas y la Agenda 2030. Esta vinculación tiene un doble objetivo: garantizar que la actividad empresarial y los objetivos estratégicos se enmarcan dentro de la normativa que se genera al respecto y remar a favor de los desafíos y metas recogidos en los mismos, que son también los desafíos que asume la sociedad en general.
De esta forma, las empresas pueden a través de sus RSC crear un vínculo emocional con la clientela, personas consumidoras, instituciones y profesionales en general. Una peculiaridad que impulsa a la organización y la permite conquistar objetivos tales como:
La mejora de la reputación y con ello una mayor capacidad de atracción de posibles clientes o clientas, alternativas de inversión, talento cualificado, etc.
Una ventaja competitiva creciente frente a otras empresas del sector en mercado especialmente comprometidos.
La lealtad de los empleados y empleadas no solo por las mejores condiciones laborales y un entorno de trabajo positivo que implica poner en marcha políticas basadas en la responsabilidad social corporativa, sino porque la plantilla se siente empoderada al contribuir a un desempeño que tendrá un impacto positivo sobre el entorno social, económico y ambiental. Esta condición contribuye a aumentar la satisfacción y retención de empleados.
La reducción de riesgos asociados al incumplimiento normativo y la mala praxis.
Y es que, si bien la RSC emanaba de un marco legal elemental y de la propia voluntariedad de las empresas, cada vez es más común que los organismos públicos e instituciones, como las de la UE, articulen legislación propia para estrechar el cerco contra ciertas prácticas dañinas o indeseadas, al ir en contra de los intereses de la ciudadanía y el bien común.
Un ejemplo es la Directiva 95/2014 de divulgación de información no financiera e información sobre diversidad, y otro, la Directiva (UE) 2024/825 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 28 de febrero de 2024, por la que se modifican las Directivas 2005/29/CE y 2011/83/UE en lo que respecta al empoderamiento de los consumidores para la transición ecológica mediante una mejor protección contra las prácticas desleales y mediante una mejor información.
La responsabilidad social corporativa adquiere un enfoque estratégico transversal e incluso holístico, pues permea en todas las capas de la organización, en cada uno de los departamentos, tareas, estrategias y objetivos establecidos. Se consolida como motor motivacional de la empresa, y asume los valores y el espíritu de la organización.
De hecho, la RSC está fuertemente vinculada al concepto de cultura corporativa.
Según el Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa en España, esta es “una herramienta para mitigar el impacto negativo de las empresas, especialmente multinacionales, sobre los derechos sociales, laborales, el medioambiente y, en definitiva, sobre los Derechos Humanos”.