Despido por bajo rendimiento
El despido por bajo rendimiento es uno de los tipos de despido disciplinario y procedente que recoge la legislación española.
Este viene motivado por una disminución continuada y voluntaria del rendimiento de un empleado o empleada, a menudo difícil de demostrar, de ahí la controversia de este tipo de despidos.
De hecho, esa merma debe ser constante en el tiempo y notoria respecto al nivel de productividad presentado por esa misma persona anteriormente.
Claves del despido por bajo rendimiento
Como tal, el despido por bajo rendimiento precisa de la comunicación de dicha extinción de contrato a la persona afectada y de la fecha de salida, así como la argumentación de los motivos que respaldan dicha decisión. No se exige preaviso y no corresponde indemnización al empleado o empleada, a no ser que el despido se declare finalmente improcedente.
El despido por bajo rendimiento, como cualquier otro despido disciplinario, se puede impugnar si el trabajador o trabajadora considera que no existen razones válidas o legales imputables. De hecho, cuenta con 20 días a partir de la notificación para iniciar el proceso de impugnación judicial.
Por ejemplo, para que la empresa pueda acreditar una bajada de rendimiento es necesario que exista un registro previo que confirme el nivel alcanzado por dicha persona anteriormente y el que presenta en la actualidad.
Si no se dispone de un histórico de indicadores al respecto, es difícil que la empresa pueda demostrar la objetividad de dicha extinción de contrato. También si ese o esa profesional no ha sido informado, a modo de preaviso, de una bajada de su rendimiento, o si no se han habilitado fórmulas o herramientas desde la empresa con el fin de contrarrestar esa situación.
Varias compañías han visto cómo la Justicia declaraba el despido por bajo rendimiento como improcedente precisamente por no haber aportado datos comparativos.
Y no ya a modo de histórico de esa misma persona, sino respecto a otros compañeros y compañeras en una misma situación (puesto, responsabilidades, objetivos…) y que no han sido despedidos por dichas causas. A otras se les ha acusado de abuso por no haber facilitado los medios necesarios para que dicho empleado o empleada pudiera revertir esa situación.
Algunas de las razones que puede esgrimir la empresa, siempre y cuando estén debidamente fundamentadas, como causas del despido por bajo rendimiento son:
Dificultad para seguir el ritmo de la actividad o del resto de miembros del equipo profesional.
Falta de interés en las tareas ejecutadas, es decir, en preservar el nivel de calidad o excelencia demandados.
Incumplimiento de los objetivos corporativas de manera sistemática.
Incapacidad para adecuarse a nuevos protocolos o a la penetración de nuevos sistemas, herramientas y equipos tecnológicos.
Reducción del rendimiento como medida de presión hacia la empresa ante el desacuerdo respecto a la remuneración o las condiciones laborales.