Síndrome de la vida ocupada: ¿qué es?

Dicen que el síndrome de la vida ocupada es fruto del capitalismo. De esa cultura en torno al trabajo donde la productividad lo es todo. Y donde el éxito se mide no solo en los dígitos de la nómina, sino en el número de proyectos en el que una o uno ande metido. Es decir, a menos tiempo libre, mejor situada está una persona en la pirámide del estatus. Porque lo contrario, el gozar de tiempo libre o de ese no hacer nada están mal vistos, son sinónimo de pereza, de complacencia, de falta de ambición.
Al menos, así ha sido durante las últimas décadas. Porque algo está pasando, algo está cambiando para una nueva generación de profesionales que reivindica conciliación, bienestar laboral y flexibilidad en el trabajo. ¿Para qué? Precisamente para no estar tan ocupados y ocupadas.
Lo demuestran la cascada de publicaciones al respecto, algunas de gran éxito como El descontento, de Beatriz Serrano (Temas de Hoy, 2023); Cómo no hacer nada, de Jenny Odell (2021, Editorial Ariel); Mi año de descanso y relajación, Ottessa Moshfegh (Alfaguara, 2019) o el ensayo recientemente publicado Elogio de las virtudes minúsculas. O la excelencia en clave menor, de Marina van Zuylen (Siruela, 2025).¿Quieres que ahondemos en el tema? Hablemos un poco más sobre qué es el síndrome de la vida ocupada y qué consecuencias acarrea en los empleados y empleadas.
¿Qué es el síndrome de la vida ocupada?
El síndrome de la vida ocupada hace referencia a la necesidad que experimentan muchas personas de estar constantemente invirtiendo su tiempo en tareas productivas.
Se trata de ocupar cada minuto disponible para sentir que “no se está perdiendo el tiempo”. Y no solo ya con tareas asociadas a las responsabilidades profesionales, sino incluso relacionadas con el ocio. Hoy en día, ocupar el tiempo libre con el desarrollo de experiencias variopintas se ha convertido en una constante necesidad. El tiempo dedicado al descanso, a la relajación y al disfrute se ha convertido en tiempo productivo y consumible.
Causas del síndrome de la vida ocupada
Son varias las causas señaladas en torno al síndrome de la vida ocupada. Las cinco más probables son:
Presión social y cultural por la productividad
Esa cultura del trabajo ligada al modelo capitalista tradicional, donde el valor de una persona crece de manera paralela a su productividad e implicación en proyectos profesionales, marca la trayectoria laboral (y condiciona todo lo demás) de muchas personas y es un caldo de cultivo perfecto para el síndrome de la vida ocupada.
Exigencias laborales y personales
Las jornadas maratonianas en las empresas, ligadas a la cultura de la presencialidad mal entendida, o la necesidad de demostrar la valía para obtener una recompensa en forma de promoción interna son exigencias impuestas desde las organizaciones, pero también autoimpuestas por los propios trabajadores y trabajadoras.
Tecnología y conectividad constante
La digitalización de las empresas, la conectividad a través de pequeños dispositivos que llevamos siempre encima, como los smartphone…; son nuevas dinámicas que nos han empujado a esa necesidad de estar siempre online. Es decir, siempre dispuestos a contestar, siempre consumiendo información, siempre compartiéndola.
Autoexigencia y perfeccionismo
Un alto nivel de exigencia con nosotros y nosotras mismas nos ha llevado no solo al síndrome de la vida ocupada, sino a muchos otros, como el denominado síndrome del impostor o el popular FOMO, ese temor a dejar pasar algo por alto, a perderse algo.
Miedo al aburrimiento y a la inactividad
El miedo a no estar a la altura de las expectativas sociales influye, pero también el miedo a saber qué hacer o incluso a enfrentarse a la soledad. Es decir, a los más profundos pensamientos, aquellos que nos obligan a reflexionar sobre nuestra vida, expectativas, desilusiones, retos, compromisos…, y que a menudo resultan incómodos.
No hacerlo, sin embargo, no tomarse el tiempo necesario para practicar este tipo de reflexión o simplemente para descansar física y mentalmente, acarrear importantes consecuencias.
Síntomas del síndrome de la vida ocupada
Algunos de los síntomas comunes al síndrome de la vida ocupada, consecuencias inevitables de ese estilo de vida que conlleva, son:
Fatiga constante y agotamiento
El síndrome de la vida ocupada no deja espacio ni tiempo suficiente al descanso, por ejemplo, a dormir adecuadamente ni a adoptar hábitos higiénicos al respecto.
Dificultad para relajarse y desconectar
Se vive en un estado de alerta permanente, siempre con la sensación de que hay algo qué hacer, algo por terminar, algo en lo que tomar parte…, que impide la desconexión y relajación.
Hiperestimulación y multitarea ineficiente
Este estado lleva a una estimulación excesiva y a emprender múltiples tareas a la vez que resultan difíciles de gestionar, lo cual acaba por desembocar en una falta de coherencia, de calidad o incluso de productividad.
Estrés y ansiedad persistentes
Fruto de todo lo anterior son el estrés y la ansiedad, esa sensación de no llegar a nada ni de la forma deseada, de sentirse siempre presa de la falta de tiempo.
Problemas de concentración y memoria
Dicho síndrome impide tomarse el tiempo suficiente para reordenar las prioridades, organizar las tareas… Esto, junto al estrés y ansiedad que generan, pueden conllevar problemas de concentración, despistes que se agravan y pérdida de memoria.
Consecuencias del síndrome de la vida ocupada
Todos estos síntomas pueden derivar en importantes problemas para la salud física, mental y emocional. De hecho, el síndrome de la vida ocupada suele resultar nefasto por desatar cuatro consecuencias negativas respecto al bienestar de las personas y de su entorno. Estas tienen que ver con:
El impacto en la salud mental y física
No se descansa lo suficiente, pues no se da espacio a esos momentos de relajación y esparcimiento, y no se presta atención al cuidado físico, tan necesario, especialmente a partir de cierta edad.
Trastornos del sueño y enfermedades cardiovasculares
El punto anterior puede derivar en trastornos del sueño, fruto del estrés y la ansiedad, y aumentar el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares debido a una falta de equilibrio en la presión arterial o a la aparición de otros síntomas o trastornos como la ingesta compulsiva de alimentos.
Disminución de la productividad
Como hemos señalado, la fatiga o la falta de concentración fruto del estrés o la multitarea pueden poner en riesgo la productividad de las personas, logrando un efecto contrario al deseado.
Afectación en las relaciones personales
De la misma forma que no se tiene tiempo para descansar, tampoco para compartir momentos de intimidad con los seres queridos. Esta falta de tiempo para cultivar relaciones afectivas sólidas y lazos de apoyo pasa una factura importante a dichas personas, que pueden llegar a caer en el aislamiento, la soledad y en una gran falta de empatía, solidaridad o capacidad para la colaboración.
Estrategias para superar el síndrome de la vida ocupada
Pero, ¿cómo superar el síndrome de la vida ocupada? No todo está perdido, puede lograrse a través de estrategias sencillas como:
- La gestión del tiempo efectivo y el establecimiento de prioridades, tanto laborales como personales.
- Aprender a decir «no», algo de vital importancia y sumamente difícil, como demuestran las múltiples publicaciones escritas a propósito.
- Establecer límites personales y profesionales.
- Practicar el autocuidado y el ejercicio físico de manera frecuente.
- Apostar por la desconexión tecnológica y el establecimiento de horarios de descanso digital, especialmente cuando se está con la familia o las amistades.
- Desarrollar técnicas de bienestar y relajación, como el mindfulness.
- Crear una rutina equilibrada de sueño y alimentación, por ejemplo, a través de técnicas como el mindful eating.
- Dejar espacio al placer a través de la práctica sosegada de aficiones grupales o individuales que nos resulten gratas y enriquecedoras y en las que nos dejemos llevar.
- Reconocer y respetar los propios límites: físicos y mentales.
A todas estas deberíamos añadir la necesidad de reivindicar en la organización para la cual se trabaja, si no existe ya, un plan de beneficios y retribución flexible dirigido a fomentar el bienestar físico y emocional de la plantilla. Un plan donde tenga cabida la necesidad de disfrutar del tiempo libre, ese en el que aparentemente no se hace nada y que, sin embargo, ayuda a equilibrar nuestra salud y da lugar a las más brillantes ideas o revelaciones jamás alcanzadas.
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