#CobeeExperience, un giro en la experiencia del empleado
Desde que la idea de Cobee nació en septiembre de 2018 teníamos claro que queríamos ofrecer una experiencia totalmente digital. Una app para los empleados y un dashboard para las empresas. 100% digital. Maravillosa. ¿Y para efectuar los pagos en establecimientos? Los métodos de pago han evolucionado muchísimo en los últimos años, pero si queríamos facilitar al máximo la vida al empleado, necesitábamos una tarjeta para darle total libertad a la hora realizar sus pagos.
Bueno, 99% digital, entonces… Con las ganas de salir al mercado y dar cobertura a quien nos necesitaba, sacamos una tarjeta clásica y funcional, que cumplía su misión de forma de pago cómoda para acercarse, deslizarse o insertarse y de dimensiones exactas para entrar en monederos y bolsillos. Así fue, ahora lo reconocemos, cómo creamos nuestra primera tarjeta y su envoltorio: diseño tradicional, colores corporativos y detalles estándar.
Tres días después, justo cuando separamos la tarjeta de la hoja a la que venía pegada y la cogíamos en nuestras manos, supimos cómo queríamos que fuera la siguiente y, también, la definitiva. Porque ese 1% de experiencia analógica no era un problema, era nuestra mejor oportunidad de conectar con el empleado a través de los sentidos. Un momento fugaz para deleitar al usuario de Cobee y mostrarle que hay una forma diferente de hacer las cosas, y la íbamos a probar.
Desde ese día empezamos a fijarnos en todas las tarjetas de crédito y débito que usábamos a diario, en los rasgos en común, en las capas que tenían, en las que más nos gustaban por su estética, en cómo las recibimos… Comienza aquí el viaje hacia la creación de la tarjeta Cobee definitiva.
Un minuto de conexión sensorial
Como todo en la vida, a la hora de diseñar nuestra nueva tarjeta, había que tener un objetivo claro y acertar con él. La tarjeta, por el simple hecho de ser una tarjeta de débito, ya incluía ciertos elementos obligatorios (banda magnética, chip, datos personales del titular) que asumían su función: facilitar los pagos. Por lo tanto, el objetivo no era la funcionalidad de la tarjeta en sí, sino la experiencia que se desarrollaría alrededor de ella.
Se trataba de crear una experiencia de concreta, una conexión sensorial de 2 minutos aproximadamente protagonizada por un sobre, un packaging y una tarjeta. Y para conectar había que hacerlo bonito, sutil y memorable. Si no fue fácil elegir el pantone del logo, no iba a ser fácil diseñar una tarjeta y un envoltorio diferentes.
1. La tarjeta
“Traed todas las tarjetas de crédito y débito y todos los sobres o packaging que guardéis en casa”. La orden salió de Marketing y con una media de 3 por cabeza, nos juntamos con un amplio abanico de cerca de 30 tarjetas. El básico “a un lado las que nos gustan y a otro las que no” se encargó de la selección natural. Solo sobrevivieron 3, y por motivos muy distintos, pero nos ayudaron a centrar nuestro objetivo.
Demasiada información para la primera cita
Haz la prueba: saca la tarjeta de tu banco y mírala. Si no la has renovado durante 2020 o lo que llevamos de 2021, lo más probable es que no le falte detalle: nombre, apellidos, número, más números y chip. Aparte del ruido mental que produce, la pregunta surge sola: ¿y si nos devolvemos algo de la intimidad perdida? Dicen que la seguridad es más importante cada día, así que hagámosle feliz y movamos nuestros datos a la cara inferior.
Existen ciertos estándares y normas que estábamos obligados a cumplir para que nuestra tarjeta fuera aprobada, pero exprimimos al máximo el margen de acción…
45 grados de maniobra
En ninguno de nuestros dos grupos había una tarjeta totalmente vertical, pero alguien en la oficina tenía un amigo que tenía un primo que tenía una y era increíblemente molona. Sigamos la pista, entonces. Si alguien estaba empezando a romper las reglas y revolucionar lo establecido eran los bancos digitales y su manera de acercarse al consumidor y cuidar su imagen de marca. Fuera de España, en Reino Unido, Estados Unidos o Australia, la verticalidad de las tarjetas ya estaba muy presente. Y más que una cuestión de nuevas tendencias, parecía lógico rotarlas para introducirlas en el cajero o en el TPV.
Con la lógica, la moda y el OK de Fermín, nuestro experto en diseño gráfico, decidimos avanzar por aquí.
Detalles mate
Esos que tanto nos gustan y en los que tanto amor y dedicación ponemos.
Nuestra tarjeta tenía que brillar con luz propia, sí, pero ¿brillo o mate? Ese minuto de pura indecisión que nos recordó a nuestra adolescencia al ir a revelar un carrete de fotos volvió a asaltarnos… Tras alguna prueba, nos dejamos guiar por el minimalismo y el buen gusto de menos es más. Mate con la C grabada en brillo.
2. El packaging
Si habíamos llegado hasta aquí, los acompañantes tenían que estar a la altura. Adiós querido A4. Adiós querida bolita de pegamento gelificada. Adiós aburrimiento.
Con estas 3 premisas claras, nos adentramos en el momento envoltorio que, aunque no lo parezca, se convirtió en el sprint más intenso. Pasar de no querer un folio que podría salir de nuestra impresora a una idea centrada y alineada con nuestra imagen de marca nos llevó más tiempo del esperado. Y resultó ser el tiempo más gratificante y disfrutado por una sencilla razón: la libertad que nos ofrecía. Justo la misma que queremos dar nosotros cada día a nuestros empleados.
El maravilloso mundo de las texturas
Aquí sí, y a diferencia de las tarjetas, todo valía: cajas, carpetas, botellas, portafotos; papel rugoso, fino, kraft, couché, estucado; cartón ondulado, nido de abeja, cartoncillo, cartón pluma… Un paraíso para los amantes del scraping y un mundo descubierto para nosotros. Más allá de nombres y variedades, se escondía un increíble mundo de texturas y curiosos olores. Nos aliamos con burgopack.com para materializar nuestras ideas mentales y añadimos alguna premisa más: sugerente, inesperado y dinámico. Ah, y vertical. Por supuesto, vertical.
Lo que no valía era cualquier tamaño. Si nuestra experiencia digital cabía en la palma de la mano, nuestra experiencia sensorial también lo haría.
Y así es como llegamos aquí:
Desliz: acción y efecto de deslizarse
Siempre dispuestos a coronar cualquier tarea, los detalles vinieron sumando un nuevo color a nuestro brandbook. Nuestro pantone favorito #2EEFAA imploró piedad y compañía y se la concedimos como estímulo visual con tintes amarillos.
El acabado mate en la parte interior fue la elección con más sentido para permitir que el ménage à trois packaging-tarjeta-humano culminara con éxito. Habíamos evitado el pegote de pegamento por una razón: queríamos que el empleado no luchara por despegar la tarjeta, queríamos que disfrutara. Nuestros “beneficios a un clic” en versión digital encontraban aquí su versión táctil “a un desliz”.
3. El sobre
Si, de nuevo, habíamos llegado hasta aquí, el envoltorio final tenía que ajustarse a la perfección. Todo por que no parezca un sobre de propaganda electoral o la tarjeta regalo de una perfumería…
Tan fácil como ajustarse a las proporciones y medidas que ya teníamos. No necesitábamos más aquí, simplemente respetar y resaltar lo establecido.
Hicimos la prueba de meter en un buzón 10 sobres tamaño estándar (DL americanos) y nuestro sobre tipo bolsillo ad-hoc. Cerramos los ojos y… ¿Merece la pena? Merece la pena.
4. La experiencia del empleado final
Como decíamos al comenzar este artículo, nuestro objetivo principal con esta nueva acción es conectar con el empleado a través de los sentidos. Si normalmente lo intentamos a través de una app, no podíamos desperdiciar esta ocasión más personal.
En Cobee empezamos cada jornada laboral con el firme propósito de querer mejorar el día a día de CADA empleado. Y es lo que nos motiva a seguir. Por eso, muchos veces miramos por los grandes ventanales de nuestra séptima planta, soñamos y divagamos… Porque divagamos mucho. Acertaremos unas veces, y otras, no, pero seguiremos poniendo el corazón en cada pequeño detalle. Tenéis nuestra palabra.
Si quieres contarnos algo, te esperamos en las redes con el hashtag #CobeeExperience.